16 dic 2011

CLAUSURA DE ARTE SOCIAL COLABORACIÓN VECINAL











Imagen: ¿Dónde se esconden los enemigos de la democracia? Sopa de letras. Soluciones al final del texto.

Os invitamos a la fiesta de clausura de la Exposición Arte Social, Colaboración Vecinal.
El viernes 16 de Diciembre a partir de las 18.00h a la que esperamos podáis asistir y pasemos un rato agradable.
Os esperamos en La Casa del Barrio
 Asociación Cultural La Casa del Barrio
Avenida Carabanchel Alto 64, 28044 Madrid

¿Dónde se esconden los enemigos de la democracia? / Bajo el dogma democrático
Colectivo Daños Colaterales  2009

¿Qué se esconde tras la constante aparición de términos como la Verdad, la Justicia, el Bien, el Eje del Mal o el imperio del Mal, en el discurso hegemónico? El uso de estos absolutos en la guerra contra el terrorismo, desvela una nueva dimensión de lo político que se sitúa en el terreno de lo religioso.

Como todo sistema que se sabe absoluto, lo democrático se vuelve obsceno en nuestros días. La lógica de este régimen plantea una dualidad en su propia base, por un lado se presenta como un sistema de libertades pero por otro, se ha convertido en el gobierno soberano. Esta soberanía basa su razón de ser en la protección constante de lo otro, es decir, lo no democrático. Un supuesto régimen amenazante y por venir. Por ello, la democracia depende siempre de lo otro para autojustificarse. El círculo se cierra cuando la construcción de ese otro se adivina como obra de nuestro propio sistema.
 
La respuesta norteamericana tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, es interpretada por Jacques Derrida como la transformación de lo democrático en el estado canalla[1]. Un estado que no respeta sus deberes de estado ante la ley de la comunidad mundial ni las obligaciones del derecho internacional, el Estado que escarnece el derecho –y se mofa del Estado de derecho. Esta soberanía absoluta de la democracia, transfigura la representación de lo democrático en dogma de fe incuestionable. La coartada del sistema consiste en reafirmarse como una pospolítica, es decir, un sistema que deja atrás la ideología en favor de la biopolítica o lo que es lo mismo, la administración de la vida de los individuos que componen el cuerpo social. 



Dentro de este marco, las esferas que constituyen nuestro modo de vida han perdido su componente ideológico y se han normalizado. Todo parece neutro, natural, de sentido común o irremediable. La ideología sólo se percibe, por tanto, en aquello que resulta ajeno al sistema, Lo otro. Esta normalización y aceptación popular, supone el reconocimiento de lo democrático como la ideología en su grado más puro. Como la religión absoluta.
La biopolítica como arma principal de esta nueva religión, se hace presente en la corrección política y en el uso del miedo como elemento de movilización del cuerpo social. Esta doctrina shock

[2]  trata de convertir al individuo en permanente victima, el mártir perseguido por su fe en el sistema.

La ciencia es la otra coordenada que traza esta sustitución de lo religioso por lo democrático. Žižek
[3] describe a esta institución como aquella que se ocupa de la esperanza y la censura, la herramienta que puede silenciar a los herejes, exigir autoridad, destruir o marginar a los pensadores y acabar con las incertidumbres.

En suma, la institución ideológica que se apoya en la fuerza social para configurar el discurso hegemónico, el sistema del dogma democrático.

Los medios de masas pasan a ocupar el papel de profetas en la iglesia democrática, suya es la labor de dar forma al otro. Si el discurso de occidente asume la voz de un dios justo, su otro ha de ser por tanto demonizado, siendo propiedad de lo democrático el monopolio del sufrimiento. Esta estrategia establece incluso el valor mediático de las víctimas, no es comparable la expectación informativa ante la muerte de un niño en occidente que la muerte de miles en Darfur.

También Slavoj Žižek
[4] plantea la distinción entre tres categorías de violencia. La violencia subjetiva es aquella que obtiene mayor visibilidad en los medios, dada su capacidad para señalar al sujeto otro, aquel que no se atiene al dogma democrático. La violencia simbólica (contenida en el lenguaje y sus formas) y la violencia sistémica (fruto del funcionamiento económico y político), alcanzan siempre menor visibilidad a pesar de ser las causas primeras de la violencia subjetiva.

Esta coartada de lo democrático, que a través de la violencia subjetiva distrae la atención de otras formas de violencia, se suma al posicionamiento victimista del propio estado. 

Una paradoja que deja al descubierto la perversión de un credo que genera otros, bajo explicaciones esencialistas, culturales o religiosas, pero nunca políticas o económicas. Por otra parte cabría preguntarse si esta dicotomía entre el sistema y el otro se da realmente, fuera de la representación mediática, si ese otro es verdaderamente tan fundamentalista, si posee legitima convicción o si efectivamente está fuera del sistema.
[1] DERRIDA, Jacques. Canallas, dos ensayos sobre la razón. Ed. Trota, Madrid, 2005. p. 12.
[2] En referencia a los textos de Naomi Klein
[3] ŽIŽEK, Slavoj. Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Ed. Paidós, Barcelona, 2009. p. 101.
[4] Ibíd., p 19 y ss.
Imagen: ¿Dónde se esconden los enemigos de la democracia? Soluciones de la sopa de letras

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